רשת כי תשׂא

Parashát Ki Tisá

¿POR QUÉ LOS HIJOS DE ISRAEL PECARON CON EL INCIDENTE DEL BECERRO DE ORO?

PARASHÁ: Ki Tisa (Shemot / Éxodo 30.11-34.35)

COMENTARIO POR EL JUMASH EDICIÓN GUTNICK:

El tema de Parashat Ki Tisa es problemática desde varias perspectivas. La parashá comienza con una mezcla de detalles relacionados con el servicio sacerdotal en el tabernáculo:

· el impuesto del medio shekel para financiar los sacrificios comunales,
· la fuente, la último de las vasijas del Tabernáculo,
· el aceite especial que se utiliza para ungir las vasijas y los sacerdotes,
· los ingredientes del incienso,
· la designación del jefe de los artesanos que sería quien adornaría el Tabernáculo y sus atavíos, y
· el mandamiento de no violar el Shabát en el curso de la construcción del Tabernáculo.

Después de esto, la Torá deja el tema del Tabernáculo y reanuda la narración de la entrega de la Torá que se detuvo al final de la parashá Mishpatim. Hay una descripción breve de las primeras Tablas, y luego abruptamente se hunde en el horrible y grotesco episodio del becerro de oro y sus trágicas consecuencias. Esto es seguido por la reconciliación entre Dios y el pueblo negociados por Moshé, que incluye algunos de los momentos más místicos de la Torá y culmina en la revelación de los trece atributos de la misericordia de Dios, la renovación de la alianza, y el descenso final de Moshé desde el Monte Sinaí con las segundas tablas.

Además de estos cambios repentinos, sacudidos entre depravación extrema y trascendencia sublime, toda la parashá parece estar fuera de lugar. La primera parte - los detalles finales del Tabernáculo - parece pertenecer más a la parashá Terumá y / o Tetzavé. La segunda parte - el becerro de oro y sus consecuensias - pareciera pertenecer más después de Itró y Mishpatim. Por otra parte, una mirada hacia el futuro revela que las dos siguientes parashot (Vaiajel y Pekudéi), que concluyen el libro del Éxodo, regresan una vez más al tema del Tabernáculo, que describe la forma en que se construyó. La historia del becerro de oro es sacada de su lugar correspondiente como la transición para la entrega de la Torá y en su lugar intercalado entre las instrucciones para construir el Tabernáculo y su implementación. ¿Por qué es esto?

Una pista de todo esto se puede encontrar en el nombre de esta parashá, Ki Tisa. Literalmente, estas palabras significan "cuando tu levantes", la frase completa es: "cuando tu levantes la cabeza de los hijos de Israel." Aunque el significado idiomático de estas palabras es "cuando tomes el censo de los hijos de Israel", el significado literal implica que todo el contenido de la parashá es un proceso mediante el cual el pueblo judío se eleva a alturas que no hubieran alcanzado de otra manera. Para decirlo más claramente: incluso después de que el propósito de la creación se consumó al parecer por la entrega de la Torá (Itró y Mishpatim) y la institución del Tabernáculo (Terumá y Tetzavé), todavía hay niveles más altos de este objetivo que aún no se han alcanzado.

Tal vez la pregunta más difícil en esta parashá es: ¿cómo pudo el pueblo judío, después de haber sido testigo del poder de Dios demostrado en las diez plagas y la partición del Mar y después de haber recibido la Torá en el Monte Sinaí apenas cuarenta días antes, cometer el pecado del becerro de oro? Aunque hubo muchos factores atenuantes que hacen de su pecado aparentemente mucho menos atroz que una lectura precipitada que el texto de la Torá pudiera implicar, el hecho sigue siendo que, en palabras del Talmud: "¡Israel no era capaz de cometer tal acto!" La respuesta del Talmud es que "todo el asunto era un decreto de Dios, con el fin de poder sentar un precedente para el penitente." (Avodá Zara 4b.) En otras palabras, según el Talmud, Dios maniobró al pueblo judío en este pecado, para que se arrepientan de ello y pudieran llegar a conocer la dulzura de la reconciliación.
La paradoja del pecado es que el arrepentimiento hace posible forjar una mayor conexión con Dios a lo que era posible antes del pecado. Antes de pecar, la relación del individuo con Dios sólo tiene que ser lo suficientemente fuerte como para mantenerlo en pista, siempre y cuando él recuerda que hay un Dios en el mundo, que le manda a hacer x, y, y z, él no tendrá ningún problema haciendo lo que se requiere de él. Él es feliz, estimulado e inspirado y crece y se desarrolla espiritualmente en su relación con Dios. Sin embargo, una vez este individuo peca, se enfrenta a la cruda realidad de que, tan perfecta como esta relación pueda parecer, no era lo suficientemente fuerte ni lo suficiente profunda como para evitar dejar de pecar (la prueba de esto, por supuesto, es que él acaba de pecar). Con su elección, demostró, al menos en el nivel de conciencia en el que estaba funcionando, que la atracción de este pecado significaba más para él que su compromiso con Dios.

Por lo tanto, debe profundizar en sí mismo con el fin de encontrar un punto en su alma donde Dios significa más para él que el placer o la satisfacción que esta indulgencia parecía ofrecerle. Este ejercicio de profundizar su conciencia y conocimiento de Dios y el restablecimiento de su relación con él en este nuevo y más profundo nivel es llamado teshuvá ("retorno" a Dios) y es la esencia del arrepentimiento. Si la teshuvá es real, el individuo llegará a un punto en su interior, donde su relación y compromiso con Dios ahora es tan fuerte que ya no será capaz de cometer el pecado del cual se está arrepentido. Obviamente, mientras más grave sea el pecado, mayor teshuvá es requerida, y más profunda será la unión resultante entre el individuo y Dios.

También, obviamente, este proceso sólo funciona si el individuo peca "accidentalmente", como si entrara en un estado de "locura temporal". Uno no puede intencionalmente pecar con el fin de lograr una relación más profunda y más alta con Dios, haciendo esto no probaría nada acerca de la insuficiencia de su relación actual con Dios y la necesidad de profundizar en ella. Sólo funciona si la Providencia Divina, por así decirlo, le impulsa a la situación.

A modo de ejemplo, podemos tomar la analogía de un par de personas casadas que se aman mutuamente (una analogía adecuada, puesto que Dios y el pueblo judío se considera alegóricamente esposo y esposa). Cuando un socio traiciona o defrauda al otro de alguna manera, a fin de que puedan reconciliarse tienen que ver si pueden llegar a un punto dentro de sí mismos en el que su relación es más importante para ellos que cualquier infracción de la misma. "Somos una parte tan importante una de la otra que tu significas más para mí de lo que fuera que tu hiciste." Si realmente llegan a este punto, esta violación o traición en el futuro en su relación es impensable.

Por eso Dios tuvo que orquestar el incidente del becerro de oro, en el que el pueblo judío cayó en los tres pecados capitales de idolatría, adulterio y asesinato. Al descender a las profundidades más bajas posibles, el pueblo podría ser levantado y elevado a los más altos niveles de la reconciliación con Dios, y llegar a una conexión más profunda e íntima con él de lo que de otro modo no habría sido posible. Prueba de ello es la revelación de los trece atributos de la misericordia de Dios (Éxodo 34.6-7), en el cual Dios articula el hecho de que su alianza con el pueblo judío trasciende la relación contractual basada en el cumplimiento de la obediencia en los mandamientos, y así abre el camino para la teshuvá.

El pathos de la teshuvá es, pues, la elevación del pueblo judío que tiene que ocurrir incluso después de haber recibido la Torá y el Tabernáculo.

Desde esta perspectiva, Parashat Ki Tisa encapsula el panorama entero de la creación: comienza con la perfección original (el Tabernáculo y las primeras tablas), continúa en el drama de la historia (el incidente del Becerro de Oro, que en cierto sentido es una repetición del pecado primordial con el Árbol del Conocimiento), y termina con el anticipo de la resolución mesiánica (la renovación de la alianza y las segundas Tablas), que eleva al mundo a un nivel más alto en perfección de lo que era al principio. En el futuro mesiánico (milenio), seremos capaces de alcanzar las profundidades máximas de la relación con Dios, sin tener que recurrir a la dinámica dicotómica del pecado y la teshuvá, caída y ascenso, distanciamiento y reconciliación.

Esto explica por qué esta parashá comienza con el impuesto del medio shekel. El impuesto del medio siclo era un proceso de teshuvá: el dinero se recogia para financiar los sacrificios comunales que expiaban los pecados del pueblo, "cada uno dará a Dios un rescate por su alma cuando sean contados". Los demás detalles del Tabernáculo descritos al comienzo de la parashá están para indicar que el propósito del Tabernáculo—la morada de la presencia de Dios en el mundo y particularmente en el hombre—es realizado en el contexto de la teshuvá, el tema de Ki Tisa. Esta es también la razón por la cual la parashá se intercala entre las instrucciones del Tabernáculo (Terumá y Tetzavé) y su implementacón, su construcción actual (Vaiajel y Pekudéi): su contenido es, en efecto, parte de las instrucciones para construir el Tabernáculo—la dimensión interior de estas instrucciones. Por tanto, es apropiado que mantenga las externalidades de las instrucciones y preceda a la construcción real.

Esta dinámica de la perfección prístina, caída y reconciliación, se refleja de muchas maneras en la Torá y en la vida, incluso en la vida diaria de cada Judio según fue prescrito por la Torá:

Nuestro día comienza con nuestra entrega total a la voluntad de Dios, comenzando con la oración Ani Modé recitamos inmediatamente después de despertar: "Te doy gracias a ti, Rey eterno y vivo, porque misericordiosamente me has restaurado mi alma [después de dormir]; tu fidelidad [en mí] es grande". Permanecemos absorbidos dentro de la Divinidad a través de nuestras oraciones de la mañana y el estudio de la Torá. Después de esto, nos ocupamos de nuestros asuntos diarios, en el que experimentamos pruebas y fluctuaciones en nuestra conciencia divina. Al final del día, evaluamos la fortaleza de nuestra relación con Dios (como prueba por los acontecimientos del día) para ver dónde necesita ser reforzada. Una vez hecho esto, podemos someternos a Dios en un nivel más alto que antes, como en el final de la oración antes de acostarse: "En tu mano pongo mi espíritu; redimeme oh Dios de verdad."

La lección de la parashá Ki Tisa, entonces, se vive cada día de nuestras vidas, centrándose constantemente en nuestro objetivo final, la redención mesiánica. (Basado en el Séfer HaSijot 5752, vol. 2, pg. 423 ff; Likutéi Sijot, vol. 16, pg. 408 ff; Torat Shmuel 5630) Y agrego a esto yo Iejezquel, que dicha redención final ha sido llevada a cabo por el sacrificio de Marán / Nuestro Señor Ieshúa y esperamos su retorno para la consumación de dicha redención, cuando establezca su reino divino sobre la tierra.